Espero que os esté gustando.
El destino final del coche en el que iban Yuki y Cate era
una casa situada cerca de la torre que atravesaba la isla, la misma que habían
visto antes por la ventanilla.
Yuki sabía por el buscador de su smartphone que la torre se
llamaba “Sea Candle”. La vela del mar. Para ser sinceros, no parecía una vela,
pero le gustaba su silueta de todas formas. Al parecer, se podía ver todo
Shounan si subías al mirador.
El nuevo hogar de Yuki y Cate era una casa de dos pisos, de
aspecto algo antiguo y de estilo occidental. La puerta de entrada era tan
imponente, que parecía ser la embajada de algún país extranjero.
Aunque por supuesto, Yuki nunca había estado en una.
–¿Es aquí?
–Sí, ¿a que está bien? –respondió Cate mientras se bajaba
del coche y miraba, resplandeciente, su nueva casa–. Y ese será mi lugar de
trabajo.
Cate, al contrario que las abuelas japonesas, siempre
hablaba de sí misma en primera persona. Nunca utilizaba la tercera persona, ni
siquiera cuando ella y Yuki estaban a solas. Por eso Yuki no solo la veía como
su abuela, sino también como una mujer. A pesar de todo, era su abuela, y
sentía que no debía entrometerse en sus asuntos, pero algunas veces pensaba que
debería involucrarse más.
–Lo llaman el Jardín de Samuel Cocking, ¿no?
–Así es.
“Uno de los sitios más famosos de Enoshima.” “El gran jardín
fue creado en 1882 por el comerciante británico Samuel Cocking.”
El trabajo de mi abuela consiste en cuidar plantas y flores,
y por eso nos vamos mudando de una ciudad a otra.
–Es una suerte que esté tan cerca de casa.
–Pues sí.
Aunque parezca estar hablando por hablar, lo digo muy en
serio. A veces me olvido de ello al ver a mi abuela siempre tan sonriente, pero
lo cierto es que tiene una enfermedad pulmonar y ya ha tenido que ser ingresada
varias veces. Normalmente intento no pensar en ello, pero a veces me imagino
qué pasaría si mi abuela muriese. En esos momentos, que suelen ser por la noche
después de meterme en el futón, odio mi propia mente por pensar demasiado.
Pienso mucho, pero no obtengo respuesta. Pensar en mi abuela y su enfermedad
pulmonar no me conduce a ningún sitio. Tengo que dejar de hacerlo. Mi abuela
está ahora delante de mí, sonriendo en medio de un lugar que ha llamado hermoso.
–¿De verdad vas a ir? También puedes empezar mañana.
–No importa. Da lo mismo que sea hoy o mañana.
A mi abuela le preocupaba que fuera a mi nuevo colegio nada
más llegar, pero yo ya había decidido que iría desde el primer día. No estoy
preocupado. No hay nada que me pueda asustar en una nueva ciudad. Lo
único que me importa es que mi abuela se lo crea. El resto me da igual.
–Espero que hagas muchos amigos.
–No te preocupes. Ya soy un veterano en cambiar de colegio.
Yuki se puso su uniforme nuevo y salió por la puerta. Cate, que había ido a despedirle, le gritó mientras se alejaba.
Yuki se puso su uniforme nuevo y salió por la puerta. Cate, que había ido a despedirle, le gritó mientras se alejaba.
–¡Vale!
Yuki le mostró una sonrisa llena de confianza.
Salió tan temprano de casa porque no sabía cuánto tardaría
en llegar al colegio. De hecho, solo para llegar frente al templo bajando por
la larga escalera de piedra se tardaba bastante tiempo. Y la estación quedaba
aún más lejos. Yuki dejó atrás la puerta de entrada al templo y empezó a descender
por la calle comercial.
No había casi nadie andando por la calle. Solo se encontró
con los que estaban preparándose para abrir las tiendas. No podía evitarlo
porque era todo cuesta abajo, pero se sentía incómodo andando a un paso tan
rápido.
Había muchos gatos por la calle y todos estaban
repantingados por el suelo como mayonesa derramada. Las tiendas de la calle
comercial del templo parecían viejas y pequeñas. Había llamativos carteles con
la palabra “chanquetes” por todas partes. Arroz con chanquetes. Helado de
chanquetes. Pan de chanquetes y pizza de chanquetes, takoyaki[2]
de chanquetes, donuts de chanquetes... Parece que es la especialidad de la
isla. Puede incluso imaginarse los donuts, pero no tiene ni la más remota idea
de cómo sería una cerveza de chanquetes. Ni siquiera ha probado la cerveza
normal, y ahora que lo piensa, tampoco es que haya comido tantos chanquetes...
Yuki pone cara de haberse cansado de investigar y levanta la
cabeza, solo para encontrarse con que hay varios tenderos hablando y riéndose
antes de abrir la tienda de chanquetes. Al percatarse de que Yuki está ahí,
miran hacia él.
¡Argh, me están mirando!
Claro que sí, piensa Yuki. Al fin y al cabo, llamaba la
atención y nunca antes le habían visto por aquí. Cuando Yuki se tocó el pelo
rojo que tanto le inquietaba, los hombres le sonrieron.
¡Uah, me están sonriendo!
¿Qué hago ahora? Yuki aceleró el paso.
Pensarán que soy una mala persona si los ignoro. A partir de
hoy tendré que hacer el mismo camino todos los días, tengo que ser valiente.
–Hola –dijo Yuki con voz ronca–.
–¡Buenos días! –respondieron a viva voz–.
¡Oh, no! ¡Si es por la mañana, tendría que haber dicho
buenos días!
Yuki se dio por vencido, agachó la cabeza avergonzado, y
aceleró el paso aún más. “Don’t mind”,
se dijo a sí mismo, intentando que su corazón dejara de latir tan rápido.
Don’t mind. El día de hoy acaba de comenzar.
Yuki miró con miedo el reflejo de su propia cara en la
pecera que estaba fuera de la tienda de recuerdos.
Está bien, aún no se ha convertido en esa cara.
Intentó esbozar una sonrisa con todas sus fuerzas.
En ese momento, el pequeño pez dorado que no podía calmarse
miró a Yuki.
¿Eh? ¿Me acaba de mirar a los ojos? ¿¡Y me ha sonreído!?
El pez dorado siguió con la mirada al sorprendido Yuki
mientras se alejaba.
–¿Qué pasa, hermano?
El pez dorado contestó al inquisitivo pez rojo con una
afable sonrisa. No es una metáfora ni ninguna otra figura literaria. Subió las
comisuras de los labios y sonrió de verdad.
Yuki seguía andando rápido cuando
empezó a cruzar el Puente Benten y se paró de golpe. El viento era muy
agradable.
Antes no se había dado cuenta, pues
habían cruzado en coche. Y aunque lo había visto por la ventanilla, ahora que
tenía el amplio mar frente a él, la sensación era completamente distinta. El
reflejo del sol sobre el mar se mecía entre las olas. Había pasado bastante
tiempo desde la última vez que había visto el mar tan de cerca.
Yuki se detuvo a mitad del puente, se agarró al
pasamanos, y entrecerró los ojos
intentando discernir la línea del horizonte.
Y hacía un tiempo que no me pasaba por aquí y de que extrañaba leer la novela de Tsuritama porque lo disfruto. Gracias por el esfuerzo y tiempo que te tomas por este proyecto y ánimo para que sigas ~hugs~
ResponderEliminar¡Gracias a ti por leer y comentar! ¡Eso me anima a seguir subiendo más de Tsuritama!
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