viernes, 11 de octubre de 2013

Novela de Tsuritama - Capítulo 1 Parte 3

Aquí tenéis un poco más de la novela de Tsuritama. Lo anterior está en esta entrada.
Espero que os esté gustando.








El destino final del coche en el que iban Yuki y Cate era una casa situada cerca de la torre que atravesaba la isla, la misma que habían visto antes por la ventanilla.
Yuki sabía por el buscador de su smartphone que la torre se llamaba “Sea Candle”. La vela del mar. Para ser sinceros, no parecía una vela, pero le gustaba su silueta de todas formas. Al parecer, se podía ver todo Shounan si subías al mirador.
El nuevo hogar de Yuki y Cate era una casa de dos pisos, de aspecto algo antiguo y de estilo occidental. La puerta de entrada era tan imponente, que parecía ser la embajada de algún país extranjero.
Aunque por supuesto, Yuki nunca había estado en una.
–¿Es aquí?
–Sí, ¿a que está bien? –respondió Cate mientras se bajaba del coche y miraba, resplandeciente, su nueva casa–. Y ese será mi lugar de trabajo.
Cate, al contrario que las abuelas japonesas, siempre hablaba de sí misma en primera persona. Nunca utilizaba la tercera persona, ni siquiera cuando ella y Yuki estaban a solas. Por eso Yuki no solo la veía como su abuela, sino también como una mujer. A pesar de todo, era su abuela, y sentía que no debía entrometerse en sus asuntos, pero algunas veces pensaba que debería involucrarse más.
–Lo llaman el Jardín de Samuel Cocking, ¿no?
–Así es.
“Uno de los sitios más famosos de Enoshima.” “El gran jardín fue creado en 1882 por el comerciante británico Samuel Cocking.”
El trabajo de mi abuela consiste en cuidar plantas y flores, y por eso nos vamos mudando de una ciudad a otra.
–Es una suerte que esté tan cerca de casa.
–Pues sí.
Aunque parezca estar hablando por hablar, lo digo muy en serio. A veces me olvido de ello al ver a mi abuela siempre tan sonriente, pero lo cierto es que tiene una enfermedad pulmonar y ya ha tenido que ser ingresada varias veces. Normalmente intento no pensar en ello, pero a veces me imagino qué pasaría si mi abuela muriese. En esos momentos, que suelen ser por la noche después de meterme en el futón, odio mi propia mente por pensar demasiado. Pienso mucho, pero no obtengo respuesta. Pensar en mi abuela y su enfermedad pulmonar no me conduce a ningún sitio. Tengo que dejar de hacerlo. Mi abuela está ahora delante de mí, sonriendo en medio de un lugar que ha llamado hermoso.

–¿De verdad vas a ir? También puedes empezar mañana.
–No importa. Da lo mismo que sea hoy o mañana.
A mi abuela le preocupaba que fuera a mi nuevo colegio nada más llegar, pero yo ya había decidido que iría desde el primer día. No estoy preocupado.  No hay nada que me pueda asustar en una nueva ciudad. Lo único que me importa es que mi abuela se lo crea. El resto me da igual.
–Espero que hagas muchos amigos.
–No te preocupes. Ya soy un veterano en cambiar de colegio.



Yuki se puso su uniforme nuevo y salió por la puerta. Cate, que había ido a despedirle, le gritó mientras se alejaba.
–¡Yuki! –y volvió a sonar una amable canción–. Reste souriant et confiant[1].
–¡Vale!
Yuki le mostró una sonrisa llena de confianza.

Salió tan temprano de casa porque no sabía cuánto tardaría en llegar al colegio. De hecho, solo para llegar frente al templo bajando por la larga escalera de piedra se tardaba bastante tiempo. Y la estación quedaba aún más lejos. Yuki dejó atrás la puerta de entrada al templo y empezó a descender por la calle comercial.
No había casi nadie andando por la calle. Solo se encontró con los que estaban preparándose para abrir las tiendas. No podía evitarlo porque era todo cuesta abajo, pero se sentía incómodo andando a un paso tan rápido.

Había muchos gatos por la calle y todos estaban repantingados por el suelo como mayonesa derramada. Las tiendas de la calle comercial del templo parecían viejas y pequeñas. Había llamativos carteles con la palabra “chanquetes” por todas partes. Arroz con chanquetes. Helado de chanquetes. Pan de chanquetes y pizza de chanquetes, takoyaki[2] de chanquetes, donuts de chanquetes... Parece que es la especialidad de la isla. Puede incluso imaginarse los donuts, pero no tiene ni la más remota idea de cómo sería una cerveza de chanquetes. Ni siquiera ha probado la cerveza normal, y ahora que lo piensa, tampoco es que haya comido tantos chanquetes...
Yuki pone cara de haberse cansado de investigar y levanta la cabeza, solo para encontrarse con que hay varios tenderos hablando y riéndose antes de abrir la tienda de chanquetes. Al percatarse de que Yuki está ahí, miran hacia él.
¡Argh, me están mirando!
Claro que sí, piensa Yuki. Al fin y al cabo, llamaba la atención y nunca antes le habían visto por aquí. Cuando Yuki se tocó el pelo rojo que tanto le inquietaba, los hombres le sonrieron.
¡Uah, me están sonriendo!
¿Qué hago ahora? Yuki aceleró el paso.
Pensarán que soy una mala persona si los ignoro. A partir de hoy tendré que hacer el mismo camino todos los días, tengo que ser valiente.
Hola –dijo Yuki con voz ronca.
¡Buenos días! –respondieron a viva voz.
¡Oh, no! ¡Si es por la mañana, tendría que haber dicho buenos días!
Yuki se dio por vencido, agachó la cabeza avergonzado, y aceleró el paso aún más.  “Don’t mind”, se dijo a sí mismo, intentando que su corazón dejara de latir tan rápido.
Don’t mind. El día de hoy acaba de comenzar.
Yuki miró con miedo el reflejo de su propia cara en la pecera que estaba fuera de la tienda de recuerdos.
Está bien, aún no se ha convertido en esa cara.
Intentó esbozar una sonrisa con todas sus fuerzas.
En ese momento, el pequeño pez dorado que no podía calmarse miró a Yuki.
¿Eh? ¿Me acaba de mirar a los ojos? ¿¡Y me ha sonreído!?


El pez dorado siguió con la mirada al sorprendido Yuki mientras se alejaba.
¿Qué pasa, hermano?
El pez dorado contestó al inquisitivo pez rojo con una afable sonrisa. No es una metáfora ni ninguna otra figura literaria. Subió las comisuras de los labios y sonrió de verdad.

Yuki seguía andando rápido cuando empezó a cruzar el Puente Benten y se paró de golpe. El viento era muy agradable.
Antes no se había dado cuenta, pues habían cruzado en coche. Y aunque lo había visto por la ventanilla, ahora que tenía el amplio mar frente a él, la sensación era completamente distinta. El reflejo del sol sobre el mar se mecía entre las olas. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que había visto el mar tan de cerca.
Yuki se detuvo a mitad del puente, se agarró al pasamanos,  y entrecerró los ojos intentando discernir la línea del horizonte.


[1]  Sonríe y ten confianza en ti mismo.
[2] Aperitivo típico japonés que consiste en bolas de harina y huevo a la plancha rellenas de pulpo.

2 comentarios:

  1. Y hacía un tiempo que no me pasaba por aquí y de que extrañaba leer la novela de Tsuritama porque lo disfruto. Gracias por el esfuerzo y tiempo que te tomas por este proyecto y ánimo para que sigas ~hugs~

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    1. ¡Gracias a ti por leer y comentar! ¡Eso me anima a seguir subiendo más de Tsuritama!

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