Así pues, aquí os traigo el capítulo 14 de Shadows Return, que es el que tocaba. No sé cuándo podré continuarlo, pero espero que sea pronto.
Además, la idea era hacerlo entre dos, que es más fácil y ameno.
Espero que os guste y avisadme si encontráis algo raro, por favor :)
Capítulo 14
El
poder de la memoria
HABA.
Seregil,
aún perdido en la oscuridad, soñaba con unas manos delicadas que aplacaban su
dolor y lo reconfortaban.
Haba...
Unos
dedos fríos trazaban las líneas de su rostro. Unos labios cálidos cubrían los
suyos. En vano luchó por abrir sus ojos. Un sueño... tan solo un sueño.
Creía
estar en su cama, en la calle de la Rueda. Apoyó su mejilla contra aquella
caricia...
Alec. Talí...
Unos
dedos rozaron sus labios.
No, Haba.
No, claro que no. Alec nunca le
había llamado así...
La
oscuridad lo reclamó, arrastrándolo hacia el fondo.
¡Haba!
–¿Todavía
estás en la cama? –Mydri lo llamaba desde la puerta de la carpa–. Arriba, Haba,
eres un perezoso. Padre te espera en la asamblea.
Seregil
se acurrucó bajo las mantas, cerrando los ojos con fuerza e intentando fingir
que no había oído nada.
–Como
quieras, mocoso –murmuró su hermana antes de marcharse–.
El
aire cálido entraba cargado del somnoliento zumbido de las cigarras. Seregil vio,
gracias al ángulo de las sombras de los árboles que incidían sobre la lona
pintada, que ya había pasado el mediodía. Apartó las mantas y se incorporó,
pues sabía que no debía hacer esperar a su segunda hermana mucho tiempo.
Adzriel o Illina le llamarían a gritos, o directamente entrarían y le harían
cosquillas hasta que despertara. Mydri más bien lo abofetearía.
Otra vez sin desayuno,
pensó con aire sombrío. A no ser que consiguiera encandilar a alguna tía o a
algún primo para que le dieran algo sin que su padre se enterara. O igual
podría robar algo de alguno de los otros campamentos; ese era uno de los juegos
favoritos en su grupo de amigos.
Se
puso su larga túnica blanca e intentó alisar las arrugas. Una cosa más por la
que Mydri le echaría la bronca. Le sacó la lengua a la imagen mental, se ató las
sandalias y peinó su largo pelo castaño apresuradamente, usando sus propios
dedos a modo de peine. Fue mucho más cuidadoso con el sen’gai verde oscuro.
Cuando ya estuvo envuelto y trenzado de una forma aceptable alrededor de su
cabeza, se detuvo un momento y dejó caer los extremos sobre su hombro
izquierdo.
Se
llevó los dedos a los labios, y sus mejillas se encendieron con el recuerdo de
aquel beso robado la noche anterior en las sombras del bosque. Tengo un amante.
Sonriendo,
levantó los extremos del sen’gai y dejó que cayeran a su espalda. Aún no eran
amantes del todo. Y aunque lo fueran, Seregil no tenía ninguna intención de que
su padre se enterara nada más ver las colas del sen’gai cayendo de ese modo
sobre su hombro.
Salió
agachado para poder pasar por la pequeña entrada mientras se abrochaba el
cinturón del cuchillo, ajustándolo a su delgada cintura. “No tienes más caderas
que una serpiente”, le gustaba señalar a tía Alira.
Ella
era la posibilidad más segura de conseguir un desayuno. Se estaba preguntando
si le daba tiempo a ir a su carpa antes de que Mydri volviera a buscarle,
cuando Kheeta apareció corriendo entre dos carpas, con las colas de su verde
sen’gai volando tras él.
–¡Ahí
estás! –se detuvo jadeante y le pegó un puñetazo a Seregil en el hombro, para
luego pasar el brazo por el cuello de su mejor amigo–. ¡Tu padre nos ha tenido
buscándote por todas partes! Ya ha vertido la libación de la mañana y no estaba
muy contento de que no aparecieras.
Seregil
se encogió de hombros mientras rodeaba la cintura de su primo con el brazo y
así partieron hacia la asamblea.
–Siempre
está enfadado conmigo. Al menos ahora tiene una buena razón. Hoy seré tu
hermano, ¿crees que mamá me dará de comer?
–No
creo. Y me alegro de que no seas mi hermano. ¡Mi padre te daría una buena
tunda!
Seregil
abrazó a Kheeta, feliz de poder compartir este momento de paz antes de
enfrentarse a la tácita desaprobación de su padre. Otra vez. Al ser el único hijo
de Korit í Meringil, se esperaba que estuviera a su lado de forma simbólica,
aunque era Adzriel, por ser la primogénita, quien servía como ayudante de su
padre.
–Ojalá
fuéramos hermanos de verdad –suspiró–.
La
gente de fuera del clan solía confundir a los chicos con gemelos. Tenían la
misma edad, eran igual de desgarbados, todo brazos, piernas y energía
inagotable, y con los mismos brillos cobrizos en su cabello oscuro. Además,
Kheeta y su familia vivían en el caserón del clan; él y Seregil habían sido amigos
desde la cuna, y mejores amigos desde que habían aprendido a gatear en busca
del otro.
Algunos
de sus otros amigos, tanto compañeros del clan como chicos y chicas que habían
conocido durante la asamblea de verano, se unieron a ellos mientras corrían hacia
el pabellón abierto donde los khirnari y los ancianos ya estaban congregados.
Sentados
sobre alfombras y cojines que se extendían por el césped, tomaban té mientras
comenzaban con los eternos debates un día más. Seregil se preguntó por qué
tantos de los otros khirnari estaban en contra del plan de su padre, pero más
allá de eso, le daba completamente igual.
Su
padre alzó la vista hacia él por encima de las cabezas de la multitud, frunció
el ceño, y luego lo ignoró.
–¡Tal
como esperaba! –Seregil murmuró por lo bajo, aunque mantuvo una expresión
respetuosa mientras hacía una reverencia, sabiendo que los demás les
observaban–.
Parecía
que siempre había alguien observando al inútil hijo de Korit í Meringil. Hizo
todo lo que pudo para ignorar las penetrantes miradas que le dedicaban algunos
de los adultos, controlando sus ganas de ponerse bizco y sacarles la lengua. Ni
siquiera Adzriel le dejaría irse de rositas si hiciera algo así.
Se
mantuvo en pie, respetuoso, hasta que su padre hizo un ademán brusco con la
mano, despachándolo en silencio. Al darse la vuelta para irse, se dio cuenta de
que alguien más lo observaba desde el otro lado del pabellón, y su corazón dejó
de latir durante un vertiginoso instante.
Ilar
estaba apoyado contra el poste de una carpa y parecía aburrido. Siendo el
tercer hijo de un clan menor del este, tenía pocas obligaciones reales. Y
aunque era más mayor que Seregil y sus amigos, tanto que ya casi era un hombre,
seguía encontrando el tiempo libre suficiente para escaparse con ellos a pescar,
nadar y contar historias.
Seregil
se detuvo y le dedicó una mirada esperanzada. Ilar sonrió y negó con la cabeza,
pero su mirada nunca se apartó de Seregil. El chico podía sentirla, quemando su
piel, mientras se daba la vuelta a regañadientes.
Se
obligó a sí mismo a salir del pabellón de forma calmada, beneficiando a
cualquiera que estuviera mirándolo por detrás. Sin embargo, en cuanto estuvo
fuera agarró a Kheeta y echó a correr, dirigiendo a los demás hacia otro
delicioso día de libertad. El ancho valle del río y el bosque de los
alrededores les pertenecía.
La
verdad es que, en general, no había sido un mal verano.
Años
y millas más tarde, Seregil gemía suavemente en sueños y sus mejillas pálidas
adquirían un tono rosado apenas visible. En su sueño, Ilar había ido a
buscarle, y el roce de aquellos dedos fuertes y amables en su mejilla le
excitaba.
waaaaaaaaaaaaaaa <3 <3 <3
ResponderEliminarSi tienes problemas para los demas libros yo los tengo en fisico ;D
¡Muchas gracias por tu comentario y ofrecimiento! Lo cierto es que tengo todos los libros en físico y formato Kindle. ¿Te interesa entonces que siga compartiendo estas traducciones? ¿A pesar de que ya los habrás leído?
Eliminarporsupuesto!!!
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